Si se piensa en el paisaje cruceño, por la mente de cualquiera que haya pisado sus calles, aparece el verde frondoso de los árboles, un cielo rosado sin nubes con el sol resplandeciendo y la sensación del calor y la humedad. Pero en la tierra oriental también hay grandes silos de granos, tractores humeando y campos de soya, trigo y caña de azúcar usada para producir etanol, cuyo fin no alcanza a la vista.
El 2019 inició con la firma de un convenio entre Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y cuatro ingenios sucralcoholeros Unagro, Guabirá, Aguaí y La Bélgica para la provisión de 150 millones de litros de etanol, el biocombustible que toma protagonismo en el país, pero que preocupa a los ambientalistas.
La proyección del Estado es de 250 millones de dólares en la importación de insumos hasta el 2025, también la ampliación de la frontera agrícola y el área de moonocultivos de caña.
Ampliación de la superficie
Las autoridades gubernamentales afirman que los acuerdos con cañeros permitirán disminuir entre 50 a 60 millones de dólares la subvención por los combustibles fósiles. Sin embargo representa también duplicar la superficie cultivada de caña de azúcar.
De acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) para el año agrícola 2016-2017 se tenía el registro de una superficie de 151.989 hectáreas cultivadas con caña. Con la producción de biocombustible a partir de etanol se pretende alcanzar las 320.000 hectáreas en un periodo de cinco a siete años.
La ampliación está prevista sobre todo en el departamento de Santa Cruz en la zona del Norte Integrado.