El hombre ha estado modificando macro y microorganismos desde los albores de sus primeras civilizaciones. Maíz, frutas y hortalizas, bacterias del yogurt y levadura de la cerveza son ejemplos de organismos transgénicos. Papa, maíz, y ajíes, con todo y su gran variedad nativa andina, no serían lo que hoy son sin la intervención humana.
Pero estos transgénicos eran seleccionados en tiempos largos, permitiendo su adaptación gradual en distintas partes del mundo. En los transgénicos modernos, los cambios genéticos inducidos son específicos (uno o pocos genes) y muy rápidos, por lo cual requieren de ayuda (fertilizantes, hormonas y pesticidas) para su cultivo. Desde la creación de la primera planta transgénica en 1983, se han desarrollado al menos 26 cosechas alimenticias de producción masiva y muchas otras con distintos propósitos. Hoy, hay pocos productos enlatados o empaquetados que no contengan transgénicos o sus derivados.
Muchos de los transgénicos que hoy se expenden son inocuos y de características nutricionales similares a las de alimentos tradicionales, pero han sido producidos con protocolos y un marco jurídico rígidos. A la fecha, solo 64 países regulan transgénicos y exigen rotulación de productos que los contengan. Las pruebas que realizan incluyen la equivalencia de sustancias con productos tradicionales, alergenicidad, chequeo de ausencia de genes transgénicos que pasan a bacterias intestinales volviéndolas patógenas, pruebas de inocuidad y nutrición en animales, y estudios en humanos (escasos por implicaciones éticas). Para muchos nuevos transgénicos hay resultados a favor y en contra en cada una de las pruebas, dejando en duda si son inofensivos. Además, se debe considerar que los países mencionados poseen estándares distintos, que en nuestro país pueden o no adecuarse.
Pero estos transgénicos eran seleccionados en tiempos largos, permitiendo su adaptación gradual en distintas partes del mundo. En los transgénicos modernos, los cambios genéticos inducidos son específicos (uno o pocos genes) y muy rápidos, por lo cual requieren de ayuda (fertilizantes, hormonas y pesticidas) para su cultivo. Desde la creación de la primera planta transgénica en 1983, se han desarrollado al menos 26 cosechas alimenticias de producción masiva y muchas otras con distintos propósitos. Hoy, hay pocos productos enlatados o empaquetados que no contengan transgénicos o sus derivados.
Muchos de los transgénicos que hoy se expenden son inocuos y de características nutricionales similares a las de alimentos tradicionales, pero han sido producidos con protocolos y un marco jurídico rígidos. A la fecha, solo 64 países regulan transgénicos y exigen rotulación de productos que los contengan. Las pruebas que realizan incluyen la equivalencia de sustancias con productos tradicionales, alergenicidad, chequeo de ausencia de genes transgénicos que pasan a bacterias intestinales volviéndolas patógenas, pruebas de inocuidad y nutrición en animales, y estudios en humanos (escasos por implicaciones éticas). Para muchos nuevos transgénicos hay resultados a favor y en contra en cada una de las pruebas, dejando en duda si son inofensivos. Además, se debe considerar que los países mencionados poseen estándares distintos, que en nuestro país pueden o no adecuarse.