LA RAZÓN: La fiebre del oro cunde en Arcopongo. Y no mide consecuencias. El cantón paceño se convirtió en el camposanto de tres víctimas de esta euforia por el “metal del diablo” que desde hace un par de años trae bendiciones para los lugareños y los inmigrantes, sobre todo económicas, aunque también maldiciones, como la última que llegó la segunda quincena de mayo.
Esa maldición cayó sobre Rogelia Quispe Bautista y su familia, y se materializó en un nicho con un promontorio de piedras y de tierra que se encuentra a dos cuadras de la plaza de la comunidad Siquimirani, en un pequeño cementerio donde yacen los restos de Antonio Flores Calle,