viernes, 15 de mayo de 2020

MUJERES MINERAS ACORRALADAS POR LA DISCRIMINACIÓN Y LA CUARENTENA


Las barranquilleras de Tipuani no dejaron de buscar oro en pozas y ríos, pese a que solo podían trabajar de acuerdo con la terminación del número de sus carnets.

Una de las barranquilleras en Tipuani. Fotos: Cumbre del Sajama
 
Página SIETE, 15 de mayo de 2020
El trabajo informal abarca todas las áreas. En minería, las mujeres trabajan de manera solitaria con desmontes que son desechados por las minas a los pies de los cerros o en los ríos donde se explotan metales preciosos. En el occidente están las palliris que recuperan los minerales que la maquinaria no pudo escoger. En el trópico de La Paz, las barranquilleras rescatan oro con bateas, una pequeña pala y escobas en medio de charcos de agua contaminada.
“Aquí hemos seguido trabajando en la cuarentena (desde marzo)”, sostuvo el jueves María Flor Soto, líder de la Asociación Integral de Barranquilleras de Tipuani, ubicado en la provincia Larecaja, La Paz, cuando Página Siete la entrevistaba. Relató que como ella en el lugar hay medio centenar de mujeres, con hijos y esposos, también solas y viudas, igual con niños, quienes todos los días salen de sus casas al río, donde se encuentran las pozas o atajos con agua sucia, despachadas por las cooperativas mineras auríferas que también operan algunas en la zona.
Primitivo Quispe, de la Federación Regional de Cooperativas Auríferas de La Paz (Ferreco), confirmó a Página Siete que algunas de sus asociadas es posible que hayan trabajado en la cuarentena, pero, continuó, la mayoría despachó las aguas de las pozas, para evitar acumulación.
Ana María Araníbar, de la organización Solidaridad y Cumbre del Sajama, sostuvo que las trabajadoras de la minería a pequeña escala, amas de casa, profesionales y voluntarias operan en siete provincias consideradas de alta concentración: Larecaja (La Paz), Ñuflo Chávez (Santa Cruz), Vaca Diez (Beni), Cercado (Oruro), Tomás Frías (Potosí), Sur Chichas (Potosí) y Nor Lípez (Potosí). “En todo ellas deben trabajar unas 12 mil mujeres de manera independiente y también en las cooperativas mineras”, dijo. Explicó que se las conoce como palliris, en Potosí, barranquilleras, en Tipuani, y bateadoras, en el oriente del país.
 Control como en la ciudad
Soto afirmó que en Tipuani “no hemos sido respetados, hemos sido perseguidas, nos han decomisado nuestras herramientas, nuestras motobombas y alfombras, pero yo me hice respetar y también a mi gente”, dijo. “A veces sacamos un palo que es 30 o 40 pesos (bolivianos) al día”.
Afirmó que pese a la lejanía con las ciudades, en Tipuani les permiten trabajar en los ríos de acuerdo con la terminación del número de carnet. Los que terminan con el 1 y 2, los lunes y así sucesivamente. “Creo que nos quieren decir que sólo nosotros comemos y ustedes no” y “nos controlan los cooperativistas mineros a pesar de que no somos cooperativistas”.
Relató que algunos de sus compañeras tienen motobombas y mangueras para mojar la tierra, lo que facilita la búsqueda del oro. “A veces se saca (oro) y a veces no, a veces no comemos” y las dificultades empeoran para ellas porque como no hay clases “tenemos que arrastrar a las guaguas hasta los ríos (donde) se revuelcan; cualquier enfermedad pueden agarrar (contagiarse)”.
Contó que si se trabaja de acuerdo con la terminación de los carnets, solo les tocaría trabajar una vez a la semana y a ese ritmo dejarían si alimentos a sus hijos. “Hemos trabajo de a ocultas, cuando venía la policía minera (que son los cooperativistas) y los policías nos escondíamos, se pasaban y volvíamos a lavar la tierra (en busca del oro) para mantener a los hijos”. Contó que los gramos de oro que encuentran en el río los venden a los mismos socios de las cooperativistas porque “ellos saben cómo llevar” a los mercados y monetizarlos. “Por día, a veces, sacamos un gramo o medio palo y Dios nos bendice, y a veces nos volvemos con manos vacías”.
También relató que el municipio de Tipuani se olvidó de ellos pero no así los dueños de las tiendas que les facilitaron diez libras de arroz y siete libras de azúcar. Dijo que pudieron cobrar los bonos que el Gobierno creó para familias que no tienen ingresos por la cuarentena. Los cobraron en Guanay. Soto dijo que para todas ellas y sus esposos sería ideal que los ayuden con proyectos de producción de alimentos o crianza de animales como cerdos y pollos. “O por lo menos con trabajos de tejidos para generar plata para los hijos”.
En el occidente sin trabajo
Anacleta Ajno trabaja en la Cooperativa Minerva, con sede en la Central Viloco, y afiliada a la Federación Departamental de Cooperativas Mineras (Fedecomin) de La Paz. Dijo que allí trabajaban hasta antes de la cuarentena 45 mujeres y ella apenas logró trasladarse a La Paz, pero el resto de sus compañeras, incluido varones, se quedaron y no sabe si continúan allá. 
Relató que la mina se encuentra en la jurisdicción municipal de Cairoma, donde hasta abril se registraron siete personas con coronavirus y un fallecido. Esta situación, continuó, hace más difícil la reanudación de las operaciones mineras porque el Ministerio de Minería autorizará si solo se cuenta con protocolo de bioseguridad para los trabajadores.
Relató que las mujeres mineras trabajan en dos áreas en Minerva, en interior mina y en la recuperación de minerales de los desmontes. “Soy ayudante de perforista en interior mina”, dijo al mencionar que para reactivar la mina se requiere recursos económicos como la compra de material explosivo y combustible para activar el trabajo de interior mina.
Ajno explicó que el problema no es fácil para su sector porque ella como sus compañeras no tienen recursos, pues lo que tenían los gastaron en los más de dos meses de cuarentena y para reactivar una cooperativa se necesita que los socios coloquen sus cuotas y eso por ahora no tienen los miembros de Minerva por la prolongada inactividad.
La otra labor, en la que gran parte de las mujeres trabaja, es la recuperación de minerales entre los desmontes, hacen de palliris. “Las compañeras llegan a sacar como siempre de los residuos que van botando como desmontes”. Recordó que antes de la paralización de labores, de cien bolsas de desmonte recuperaron 40 kilos de estaño. Afirmó que solo se puede vender estaño y otros minerales a la Empresa Metalúrgica Vinto (Oruro), pero los desembolsos no son rápidos. “Varias compañeras tenían deudas por cobrar y como no se puede viajar a Vinto, no podemos cobrar”.
Se busca empoderar a las mujeres mineras
Ana María Araníbar, de la organización Solidaridad y Cumbre del Sajama, sostuvo que su organización trabaja con mujeres mineras que no tienen ningún apoyo estatal. “Trabajan solas en tareas rudas como es la búsqueda de oro en medio del lodazal, en interior mina o en los pies de los cerros escogiendo distintos minerales”.
Explicó que en los encuentros con las mujeres mineras se buscan “empoderarlas” haciéndolas conocer sus derechos para “convertirlas en agentes de cambio y líderes de comunidades” porque “trabajan en las aguas desechadas que dejan las cooperativas auríferas, conocidas como pozas, y expulsadas por la maquinaria”. Dijo que las cooperativas “les dan hora y día” para que puedan extraer el oro de la poza, si lo encuentran. Otras mujeres “trabajan en los bordes de ríos en busca de oro y en los pies de los cerros” en el occidente.
Araníbar dijo que las mujeres mineras tienen “una gran limitante, el problema de género, el hombre que se empodera y la mujer tiene que seguir, es una realidad que se pretende superar” porque “en las asambleas los hombres no las dejan participar a menos que sea una muy corajuda y se imponga; nuestra tarea es crear ambiente de liderazgo”.
También expresó que para llegar a ese empoderamiento primero se tiene que trabajar en dos temas básicos: educación y salud. “Las limitantes ahora se han reforzado con la pandemia” pues “las mamás estarán más ocupadas en la búsqueda del sustento para sus familias”.
Afirmó que la Red Nacional de Mujeres y Minería, que reúne a palliris de Potosí, barranquilleras y bateadoras, solicita la cooperación internacional para canalizar ayuda a sus familias y comunidades, pues se constituyen en los más vulnerables por el coronavirus.



 

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